El rey felón

Fernando VII, el rey que no quería jurar la constitución

Déspota y cruel, Fernando VII conspiró contra su padre y una vez en el trono derogó la Constitución de 1812, para reinstaurar el absolutismo y reinar rodeado de una camarilla acrítica.

Fernando VII

Fernando VII

Fernando VII (1784-1833) en un retrato de Vicente López.

MUSEO MUNICIPAL, MADRID / GTRES

La mañana del 9 de julio de 1820, el rey Fernando VII se presentaba en la sesión inaugural de las Cortes ante cientos de personalidades, altos funcionarios del Estado, personal diplomático extranjero "y un numeroso concurso del pueblo", según el acta de sesiones, para jurar "que guardaré y haré guardar la Constitución política y leyes de la Monarquía española". Se comprometía a someter su voluntad a las Cortes y que todo decreto que tomara contraviniendo los preceptos de la carta magna sería "nulo y de ningún valor".

No era este, ni mucho menos, un juramento sincero. El monarca debió sentir el acto de acatar la constitución surgida de las Cortes de Cádiz en 1812 como la mayor humillación sufrida en todo su reinado. Fernando VII fue un rey autoritario, cuya mayor ambición fue la de gobernar sin cortapisas, que conspiró contra su padre para apartarlo del trono y que maquinaría contra el régimen constitucional recién inaugurado hasta conseguir derrocarlo y volver a reinar como monarca absoluto tres años después de jurar la constitución.

Príncipe conspirador

La vida y el reinado de Fernando VII fueron un periodo ajetreado que señaló la agonía del absolutismo en España e inauguró una época convulsa en la que las luchas entre quienes querían importar los cambios políticos surgidos en Francia y entre los sectores más tradicionalistas de la sociedad y el poder. Fernando VII nació en San Lorenzo del Escorial el 14 de octubre de 1784. Era el noveno de los 14 hijos de Carlos IV y de María Luisa de Parma y el mayor de los varones que sobrevivieron a la infancia.

familia carlos iv

familia carlos iv

La familia de Carlos IV, de Francisco de Goya, presenta al monarca (vestido de negro) junto a su familia, inclu.do el príncipe heredero, de azul a la izquierda, delante del pintor.

Alamy / Cordon Press

Apartado por el rey de las tareas de gobierno a pesar de ser el legítimo heredero al trono se rodeó de una camarilla de cortesanos con la que comenzó a conspirar en secreto contra sus padres. En octubre de 1807, al parecer alentado por su preceptor, el canónigo Juan de Escoiquiz, que aborrecía al primer secretario Manuel Godoy y que admiraba a Napoleón, tramó una conspiración para defenestrar al todopoderoso valido de Carlos IV con la ayuda del emperador francés. La intriga, que contemplaba como fin último el destronamiento del soberano, fue descubierta y abortada antes de que pudiera llevarse a cabo.

El príncipe fue arrestado y confesó el delito en sendas cartas a sus padres, en las que se reconocía autor de un “gravísimo delito” e imploraba su perdón. Carlos IV perdonó a su hijo, pero Fernando y sus partidarios no dejaron las intrigas contra su padre y en 1808 urdieron el motín de Aranjuez, una conspiración disfrazada de levantamiento popular que obligó a abdicar a Carlos IV y que puso el trono definitivamente en manos de Fernando.

Rey efímero 

Fernando VII comenzó su reinado buscando un acercamiento a Napoleón, que usó este interés para abrir las fronteras españolas a la Grande Armée y lograr ella corona española para su hermano José. El emperador convocó al rey a una conferencia en Bayona, donde ya estaba su padre. El 5 de mayo de 1808 lograba que Carlos IV, viejo y cansado, le cediera sus derechos, y el 10 hacía que Fernando se adhiriera a esa cesión a cambio de fijar su residencia en el castillo-palacio de Valençay y una pensión mensual de las arcas francesas.

Artículo recomendado

napoleon en rusia

La dura vida de los soldados de Napoleón

Leer artículo

Durante la ocupación francesa y el reinado de José I Bonaparte, Fernando VII se convirtió en una figura mítica, que concentraba los anhelos de libertad del pueblo español que lo bautizó como El Deseado. A pesar de ello, su comportamiento en Valençay fue de sumisión a Napoleón llegando a felicitarlo por sus victorias en España.

Pero el cambio de rumbo de la guerra en Europa en 1812-1813 obligó a Napoleón a sacar sus tropas de España y prometer a Fernando facilitar su vuelta como rey absoluto, a pesar de que los españoles que luchaban en su nombre habían establecido un gobierno y un parlamento propios en Cádiz y habían aprobado una constitución en 1812, llamada la Pepa por haber sido aprobada el 19 de marzo. 

Sexenio absolutista

A su regreso a España en mayo de 1814, Fernando VII se negó a acatar la constitución, promovió un golpe de Estado que derogó el régimen liberal, reinstauró el absolutismo y persiguió a los liberales: el sexenio absolutista, un periodo de seis años en los que Fernando VII gobernó con plena autoridad, sin limitaciones, y desmanteló la obra de los constitucionales.

Captura de pantalla 2023 10 31 a las 11 55

Captura de pantalla 2023 10 31 a las 11 55

El regreso de Fernando VII en 1814 fue un acontecimiento largamente deseado por los españoles. Así lo recreó ose Aparicio.

The Granger Collection / Cordon Press

Fernando VII mostró con toda su crudeza su carácter autoritario, déspota y cruel, dispuesto a cualquier cosa para satisfacer su egoísmo. Se destapó ante el pueblo como un gobernante que creía en su derecho a gobernar sin limitaciones de ningún tipo, atendiendo tan solo a su voluntad personal. El monarca reprimió con saña toda disidencia y gobernó rodeado de una “camarilla” que le profesaba una obediencia ciega.

El carácter de Fernando VII era el de una persona déspota y autoritaria que persiguió con saña a los disidentes.

Esta forma de gobierno déspota acabó en 1820 con el levantamiento de los sectores liberales del ejército, encabezados por el general Riego, que el 1 de enero leyó su pronunciamiento para forzar al monarca a abandonar el régimen absolutista y establecer la constitución de las Cortes de Cádiz de 1812. El triunfo de la sublevación dio inicio al Trienio liberal. Fernando VII se vio obligado a jurar la constitución, pero alentó todo tipo de complots en su contra, solicitando ayuda a otros soberanos europeos para acabar con un régimen que lo privaba de sus prerrogativas y lo hacía prisionero de los liberales. 

La década ominosa

La ayuda internacional llegaría en 1823, comandada por los Cien Mil hijos de San Luis, un ejército creado por las potencias europeas que restablecería el poder absoluto de Fernando VII. Los últimos diez años de su reinado (1823-1833) son conocidos como la Década ominosa.

Su sensación de inseguridad personal y el odio visceral hacia el constitucionalismo acrecentó la persecución de los elementos liberales, muchos de los cuales debieron exiliarse. Paradójicamente, la crisis económica y el creciente descontento provocaron que pusiese en manos de elementos ilustrados las reformas económicas y de la administración que necesitaba el país. Aunque estas reformas no contentaron a los sectores más liberales (por quedarse cortas) ni a los más conservadores (por su aversión a la modernización).

Paradójicamente, Fernando VII puso en manos de personajes liberales las reformas necesarias para enderezar la economía y reformar la administración del país.

Pero con todo, el mayor problema del soberano fue su incapacidad para concebir un heredero. En 1829 se casó con su cuarta esposa, María Cristina de Borbón, con la que tuvo dos hijas, Isabel y María Fernanda. Para nombrar heredera a su primógenita se vio obligado a firmar la Pragmática Sanción por la cual suprimía la ley sálica y restablecía el derecho de la mujer a reinar en ausencia de varón.

Artículo recomendado

Imagen de Isabel II durante su exilio en París.

Isabel II de España, "la reina de los tristes destinos"

Leer artículo

La cuestión sucesoria contó con la oposición de los sectores más reaccionarios, encabezados por el hermano menor de Fernando, Carlos María Isidro, que se consideraba con más derecho al trono que su sobrina. A la muerte de Fernando VII, el 29 de septiembre de 1933, Isabel sería proclamada reina y su madre regente hasta que la niña cumpliera la mayoría de edad. Casi de inmediato se iniciaría una guerra civil, la Primera guerra carlista, en la que los defensores de la causa isabelina fueron los sectores liberales tan odiados por su padre, mientras que la facción absolutista se puso a las órdenes del hermano a quien Fernando VII apartó del trono.